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Como reportera de educación he visto a cientos de maestros impartir sus clases y he sabido que su trabajo es uno de los más difíciles del mundo. Los mejores maestros parecen tener un caudal interminable de energía, paciencia y creatividad. Se las arreglan para provocar amor y asombro manteniendo a los alumnos simultáneamente inspirados y concentrados en sus tareas.

Es un trabajo que yo no podría hacer nunca. Y, sin embargo, aquí estoy. Aquí estamos todos.

educar en casa
Muchos de nosotros nos sentimos exhaustos y agotados por esta nueva expectativa de agregar la educación en el hogar encima de las abrumadoras demandas de fungir como padres y cumplir además con nuestros trabajos. Sarah Garland/The Hechinger Report

Mis hijos de 4 y 6 años van a la escuela pública en Nueva York, donde las escuelas se cerraron el lunes 15 de marzo para evitar la diseminación del coronavirus. Durante la primera semana, nuestra escuela envió unas hojas de trabajo y algunos enlaces a softwares educacionales y programas de televisión. Preparé una cronología codificada en colores para marcar cada hora del día que usualmente se desordenaba a partir de las 10 a.m.

Una semana después recibimos un montón de instrucciones para establecer una enseñanza a larga distancia mediante computadoras portátiles y iPads en la casa (a los padres que necesitaban aparatos seles instruyó que los solicitaran por internet). La página del Aula Google para mi hija de primer grado incluía múltiples tareas de múltiples maestros, además de instrucciones para enseñarle a escribir en un pdf.

Ese primer día parece que hace años que ocurrió. Me siento exhausta y agotada por esta nueva expectativa de agregar la educación en el hogar a las abrumadoras demandas de fungir como padres además de nuestros trabajos. Y que, encima de todo, tengo de alguna manera cumplir con todas estas tareas al mismo tiempo, mientras la economía se derrumba y  el coronavirus amenaza nuestras vidas y nuestro sustento. Una de las madres envió un correo electrónico en que decía que estaba bañada en lágrimas: “Es mucho, demasiado”.

“Estoy tratando de mantener una buena actitud por él, para que no me vea estresada, pero ha sido difícil”.

Rita, madre soltera de un hijo de 12 años

He oído lo mismo de docenas de padres en todo el país. Es un llamado universal: ¡AYÚDENNOS!

Para la enseñanza en el hogar necesitamos simples horarios fáciles de seguir que no requiera horas de trabajo de navegar en el internet  buscando softwares y explicando conceptos de matemática que hemos olvidado hace siglos. Necesitamos hojas de trabajo impresas, tareas escritas en papel y libros (porque las bibliotecas también están cerradas), recursos que no requieran un aparato y wi-fi.

Más urgente aún, necesitamos más ayuda y apoyo para padres de niños con discapacidades, que no hablan inglés, que no tienen dónde vivir y que estén de alguna manera especialmente vulnerables. No se encojan de hombros. Hagan todo lo posible para ayudar a niños que necesitan apoyo extra incluso en tiempos normales.

Y necesitamos reducir las expectativas por lo que podamos con una furia pandémica, aunque estemos haciendo nuestro máximo esfuerzo. Muchos de nosotros nos enfermaremos. Ya hay dos familias que conozco cuyos padres están severamente enfermos.

¿Cómo lograr hacerlo todo entonces?

En Hechinger, hemos tratado de suavizar el estrés pidiéndoles a los padres con niños en la casa que trabajen la mitad de los días y hagan el resto del trabajo cuando puedan, aunque muchos de nosotros trasnochamos y trabajamos siete días a la semana para lograr hacerlo todo.

Muchos padres necesitan más que añadir flexibilidad. Hablé con Rita, una madre soltera de 43 años en Thomasville, Carolina del Norte, quien trabaja en su casa armando cerraduras de ventanas. (Nos pidió que no usáramos su apellido.) Su hijo tiene un laptop Chromebook que su escuela le envió a la casa a principios de año. Como los maestros y los alumnos allí están acostumbrados a hacer tareas por internet, la transición a estudiar a tiempo completo desde lejos ha estado relativamente ausente de problemas, una vez que ella logra convencerlo de que apague sus juegos de video Minecraft y se conecte con su materia de estudios.

A Rita le preocupa más lo que van a comer. Y si podrá mantener el servicio eléctrico que mantiene funcionando el laptop y el servicio celular con el que funciona el wi-fi. Su sueldo semanal de $120 bajó a $40 en marzo cuando la economía colapsó. Le quedan $4.01 de los $190 que recibe mensualmente en sellos de alimento hasta el 5 de abril.

Su hijo de 12 años, Payton, asiste a la Escuela Intermedia de Thomasville y ha estado recibiendo entrega de alimentos una vez a la semana: desayuno, almuerzo y algunas meriendas. Pero él es un chico pre-adolescente que tiene hambre en casa todo el día deseando merendar. “Estas pequeñas comidas no lo alimentan”, dijo Rita.

“Mi gasto de luz va a subir porque tengo a uno de mis hijos aquí todo el día”, añadió. “Payton no va a poder hacer sus tareas si no tengo para pagar esa cuenta”.

Rita envió un tuit al gobernador de Carolina del Norte, Roy Cooper, acerca de los sellos de alimento. Conocidos también por la sigla en inglés SNAP: “¿Va usted a distribuir los beneficios de SNAP pronto o va a dar algo extra para ayudar a los padres que tienen hijos en la casa ahora?”

Nadie respondió.

Ella ha mantenido la televisión encendida pendiente del estatus del plan de estímulo y si va a incluir padres como ella, que tienen trabajo pero no ganan lo suficiente para pagar impuestos. La noticia de que el plan había sido aprobado no trajo consuelo alguno. “Todavía no sé si voy a recibir un cheque o no”, dijo ella.

Rita les está muy agradecida a las escuelas. Los maestros llaman para saber de ellos, y un programa nacional, Comunidades en las Escuelas, que da apoyo a las escuelas de bajo ingreso, repartió víveres de un almacén de alimentos el mes pasado y ha estado pendiente de ella. La especialista en apoyo estudiantil de Comunidades en las Escuelas en la Escuela Intermedia de Thomasville, dice que está en contacto con muchos padres como Rita. “Esta situación está afectando a algunos de nuestros familiares”, dijo ella. “Estamos tratando de cumplir y ayudar a que esa carga sea más ligera hasta el final de esta pandemia”.

A Rita también le preocupa enfermarse. Tanto ella como su hijo tienen problemas de salud que los coloca en un mayor riesgo con el Covid-19. Ella ha empezado a hacer sus propias toallitas desinfectantes y limpia constantemente. “Estoy tratando de mantener una buena actitud por él, para que no me vea estresada, pero ha sido difícil”, añadió. “Me da miedo”.

Para aquellos padres que ya están enfermos, lo único que deben hacer es enfocarse en luchar contra esta enfermedad mortal y mantenerse vivos. La situación aquí es realmente difícil y necesitamos ayuda.

Traducido por Carlos Verdecia. Este artículo sobre educar en casa lo produjo The Hechinger Report, una organización de noticias independiente sin fines de lucro enfocada en la desigualdad y la innovación en la educación. Inscríbase al boletín informativo de Hechinger.


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