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Hace un par de semanas, estaba desesperada por una tregua en la escuela. Me fui a la cama esa noche con la intención de faltar el día siguiente.

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Mientras dormía, el gobernador Ralph Northam emitió una orden obligatoria de interrumpir las clases en todas las escuelas públicas del estado de Virginia.

Se cumplió mi deseo.

Pero he dejado de desearlo.

Según avanzó la semana, se hizo evidente que la situación no estaba mejorando y el lunes 23 de marzo el gobernador Northam cerró todas las escuelas públicas del estado por el resto del curso.

Asistí a la escuela el miércoles 11 de marzo sin saber que ese sería mi último día como estudiante de secundaria. No recibí mi despedida en los anuncios de la mañana. No tuve la oportunidad de agradecerles a mis maestros haberme enseñado sus interminables conocimientos. No alcancé a despedirme de mis amigos y amigas con quienes nunca más volveré a compartir una clase.

Debería estar sentada en clase contando los días para graduarme, deseando que el tiempo pasara más rápido. Debería estar en medio de mi “recaída de último año”.

En lugar de todo eso, aquí estoy atascada en casa añorando y orando por tener la oportunidad de subir al escenario y graduarme decorada con birrete y borlas.

En el receso de primavera tenía planes de visitar todos los colegios universitarios que me han aceptado a fin de poder tomar mi decisión final. Ahora tal vez vaya a uno que nunca he visto.

Hace meses que compré mi vestido para el baile de graduación. Es rosado y cubierto de flores, y es el primer vestido largo de gala que me he puesto. Debí haberlo usado la semana pasada en el salón de baile rodeada por última vez de los amigos que he conocido durante los últimos cuatro, seis, 12 años. Pero el baile de graduación se canceló.

En los últimos tres años he estado participando en el teatro de mi escuela. Mi última actuación sería el viernes 13 de marzo. Mi hermana, mis maestros y mis abuelos habían prometido venir a verme. Después de la apertura, todas las demás presentaciones fueron canceladas.

Ahora, en lugar de estar actuando en el teatro estoy en casa viendo la serie “Sobreviviente” en televisión.

He estado pensando también en el concepto de sobrevivir. Sé que las vidas de la gente están en riesgo, especialmente las vidas de personas como mis abuelos, aunque acaso también mi propia vida. Antes pensaba que mi asma era una excusa fenomenal para no ir a la clase de educación física. Ahora, como muchas otras cosas, ya no parece ser algo tan bueno. Porque estamos realmente enfrentando un asunto de vida o muerte.

Qué gran diferencia pueden traernos un par de semanas.

Julia Finke es una estudiante de último año en la Escuela para las Artes del Gobernador y en la Escuela Secundaria Maury en Norfolk, Virginia.

Traducido por Carlos Verdecia. Este artículo sobre la secundaria lo produjo The Hechinger Report, una organización de noticias independiente sin fines de lucro enfocada en la desigualdad y la innovación en la educación. Inscríbase al boletín informativo de Hechinger.


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